3 KILOS DE CENIZAS Y 21 GRAMOS DE ALMA
Capítulo 4
Al despertar hoy pude ver parte de mi estómago, aquella que voló por los
aires ayer, a unos 2 metros, atravesada
por una estrella de mar: una puñalada surrealista. Posiblemente de este lado de la playa nos
desmembremos para luego reconstruirnos. Me busco en la otra orilla, pero no me
encuentro. Tanta claridad enceguece mis pensamientos, y decido limitarme a
disfrutar de este nuevo día, sin que mi pasado se convierta en un obstáculo.
Los bañistas han llegado de nuevo. Junto a mí han decidido clavar una de
sus coloridas sombrillas; en ese mismo instante, y para mi asombro, escucho un
grito de desesperación: NOOOO!!!! Pero ya es tarde. Ahora pisotean su herida
para darle más firmeza a la arena. Al parecer no me encuentro solo. Trato de
entablar una conversación con palabras de aliento; pero no me responde. Después
de unos segundos, escucho un quejido agudo,
más bien un llanto de mujer: Teresa había sido madre de 6 hijos y abuela de 7.
Su lugar preferido, según me aclaró, es esta
playa de Morrocoy (Ahora tenía una idea del lugar donde
me hallaba, aunque de todas formas me
sintiese perdido). Han puesto una silla verde reclinable delante de mí,
borrándome la visión de mi otra playa, y al hacerlo, sus patas de aluminio me han fracturado las piernas. No me ha
dolido, pero lloro; lloro como Teresa. Una sorda realidad comienza a apoderarse de este trágico paisaje, en el que
nos van mutilando sin compasión.
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