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domingo, 25 de marzo de 2012


3 KILOS DE CENIZAS Y 21 GRAMOS DE ALMA
Capitulo 3
La sombrilla solitaria se queja.  La han abandonado a la orilla de la playa. La apatía la despersonaliza, la humilla, le quita su esencia. Aquella última sombra que proyecta ya no será para nadie. La brisa fresca y presuntuosa  de la tarde la  ignora. Trato de consolarla, pero no me escucha. Es sólo una sombrilla…

lunes, 19 de marzo de 2012


3 KILOS DE CENIZAS Y 21 GRAMOS DE ALMA

Capítulo 2

Bullicio. Música. Risas. Parecía que despertaba nuevamente, pero aunque el lugar era el mismo, las circunstancias eran distintas.  Sonido. Alcanzaba a escuchar nuevamente los sonidos….o me los imaginaba. No lo sé. Una luz intensa, sí creo que fue esa luz, me despertó. Y nuevamente esa sed mortal, que no recuerdo cómo llegó a calmarse ayer.

Estoy en la misma playa. Parece que no me muevo. El escenario es el mismo. Y mis extremidades tienen un hermoso color sepia escarchado. Mi piel está reseca. Y esta sed me está matando. A mis espaldas se encuentra una señora regordeta, de unos 35 años con un niño chillón que no se cansa de hacer hoyos en la arena. Una sombrilla
de colores rojos, amarillos y azules se ha abierto violentamente hacia arriba, escondiendo todos sus colores, como asustada. Ahora lucía como espantapájaros. Estaba aterrorizada.  Realmente aterrorizada.

El niño comenzó a hacer un túnel, un túnel que se dirigía hacia mí. No me agradaban los niños, siempre me incomodaba la libertad con la que actuaban y la facilidad con la que decían las cosas sin importar qué y a quién. Así que normalmente les huía. Pero hoy no me puedo mover como quisiera. Mis movimientos son lentos, muy lentos y parecen no depender de mí. El túnel se acercaba, mientras yo observaba cómo aquellas pequeñas manos hacían puñitos de arena que  se desintegraban a los pies de su madre. Ella le gritaba, zarandeaba su mano amenazadoramente, para luego continuar ojeando una revista sobre postres de navidad. Gorda estúpida, pensaba yo. No ve que su pequeño monstruo está a punto de atacarme .¿Cómo?…¿Atacarme? Y un golpe en mi estómago me deja sin el aire que más nunca voy a consumir. El túnel invade mi espacio, Y ese niño chillón se ha llevado parte de mis tripas en su pequeño puño inocente. No, no sentí dolor. Me preocupaba más la integridad de mi cuerpo que lo que pudiese sentir. Pero esa sensación estática que me invadía, que impedía que hablase, que reclamase, que fuese a buscar lo que me pertenecía, y más aún impedía que le diera un tirón de pelo, sin que la madre viese, por supuesto, al cochino niño que había osado abrirme el estómago, esa impotencia que el rencor alimentaba, se fue aplacando al atardecer cuando las olas se alargaban más y más en un vaivén refrescante y seductor..

martes, 13 de marzo de 2012



3 KILOS DE CENIZAS Y 21 GRAMOS DE ALMA


Capítulo 1


Al despertar pude sentir una especie de hormigueo en mis manos. No entendía el por qué de esa sensación próxima al desmayo que invadía mi desarticulado cuerpo y mi mente. Después de un gran esfuerzo, logré abrir mis ojos…. Miré a mi alrededor y todo me parecía extraño. Traté de recordar cómo había llegado a aquel lugar, pero se me hacía sumamente difícil pensar. Sacudí mis brazos, para así poderlos sacar de aquel adormecimiento. Me froté fuertemente las manos para  mejorar su circulación, y al inclinar mi cabeza sobre ellas, las vi borrosas, llenas de sombras. Me pareció inclusive que se estaban reconstruyendo. Pensé que probablemente estaba anocheciendo, y asumí que esa era la razón de aquella falta de nitidez.

Después de un rato creí acostumbrar mi mirada a aquella oscuridad .Al frente, pude vislumbrar  un mar. Un mar oscuro cuyas olas no producían sonido. Pensé en mí. En mi respiración. Realmente no la escuchaba. No me escuchaba. Traté de dar unos pasos, y mis piernas apenas me obedecían. Sentí una asfixia inexplicable después de aquel esfuerzo. Una sed desesperante parecía gritar desde todo mi cuerpo. Mi cuerpo oscuro de arena parecía mezclarse en aquel  lóbrego paisaje. Y de pronto me vi. Si. Me vi al otro lado….en la playa de enfrente.  Y de pronto recordé.  Me recordé. Un destello de vida buscaba refugio en mi mente. Un último deseo. Mi disposición final… A la orilla de una playa cualquiera.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Mi segundo libro


Colgarla definitivamente…..dejar el negro que se impuso por necesidad o convicción - no sabemos - para vestir su alma - tarde, por primera vez- de pasión.

Preso en una enfermedad indetenible, provocada por el descuido de los infelices, que insisten en suicidarse en vida, Mario conocería el amor cuando ya sus muslos apenas se  sostenían en sus piernas, y sus  labios vírgenes se quemaban de soledad. Recostado, casi siempre desde su cama, veía con un brillo de lascivia en sus ojos las voluptuosidades multiformes que creaban juguetonas siluetas bajo los raídos y decolorados tejidos que apenas cubrían el cuerpo de Felicia. Había olvidado las leyes que  lo gobernaron por tantos años, debido a su enfermedad, frustraciones y desilusiones. La institución para la que había trabajado lo había traicionado, y al verse enfermo y sin objetivos, comenzó a enloquecer. Su locura no era más que la muestra de una realidad que había ocultado y que de tanto reprimirla ahora brotaba grotesca y violentamente en un mundo de hipócritas que una vez alimentaron el eco de su antigua y falsa imagen.  Mostrar lo que esperan ver de nosotros, vivir bajo el estereotipo sujetando el barrote de metal con rabia y resignados a no intentar fugarnos, es el destino de cada uno de nosotros. La llave que la coloquen lejos de la puerta, pues las pasiones se desatan.

Pasaron muchos días, y Mario disfrutaba  cada vez más de los calores que revivían su casi inútil cuerpo. Imaginaba escenas obscenas  que lo llenaban de placer, alegrándole exageradamente el día de una forma inentendible para los que le rodeaban. Los días en que Felicia no le correspondía pasar a limpiar su habitación, Mario arremetía contra sus compañeros agresivamente en un lenguaje muy poco común en él y extremadamente grosero.  En su aislamiento, Mario jamás había conocido tales sentimientos, Para todo hay una edad, y cuando esa edad se nos pasa, y ocurre algo a destiempo, el resultado es catastrófico. Mario dejó dormir sus pasiones sin saberlo, y cuando estas se despertaron, corrieron sonámbulas de luz y despavoridas de noche. Su cuerpo parecía haber estado sin alma por más de 50 años, y de repente sintió que dentro llevaba algo que no le cabía ni se ajustaba a su vieja armadura.

Se pudieron haber hecho algunos ajustes, pero ya era demasiado tarde.