Vistas a la página totales

viernes, 27 de abril de 2012



3 KILOS DE CENIZAS Y 21 GRAMOS DE ALMA
Capítulo 7
Somos sombrillas solitarias abandonadas a la orilla de una playa llena de sombras.

domingo, 15 de abril de 2012


3 KILOS DE CENIZAS Y 21 GRAMOS DE ALMA

Capítulo 6

Me aburro. Me observo en la playa de enfrente. Mi agilidad me sorprende. Trato de copiarme, pero mis piernas fracturadas no me responden. Hoy no ha venido nadie. La playa es un desierto. Me aburro. Probablemente es un día de semana. Sólo el viento, que multiplica su voz entre las palmas de los cocoteros, hace gala de su presencia funesta.  Parece un día de luto, de muerte. Una lluvia gris sopla la brisa; y sus gotas ahumadas me visten. Mi sed se acrecienta, y siento un peso mortal.

Descubro unos pies, una oreja, y un ojo. Una especie de cíclope me aplasta, aunque puedo asegurar que no pesa más de dos kilos. El viento suaviza esta sensación de asfixia inexplicable. El ojo me ve. Grito. Y el ojo se asombra. Los pies me patean hasta confundirse con los míos. Y ya no me reconozco.

Esta vez mi conciencia tiene dos voces. Una la recuerdo, la otra es nueva. Mi sed se ha duplicado. Y mis ojos pestañean a destiempo.  Discuto con mi otra voz  quien insiste en que le devuelva sus piernas, mientras le grito en su única oreja  que remueva sus grotescos pies.

Nos vemos en la playa de enfrente y su recuerdo me entristece.

lunes, 9 de abril de 2012


3 KILOS DE CENIZAS Y 21 GRAMOS DE ALMA

Capítulo 5

Teresa no recuerda a dónde fueron a parar  sus piernas, sus brazos, sus ojos…pero su conciencia –dice-  sigue intacta.¨ El castigo del cobarde´, afirmó, ¨este es el castigo del cobarde¨ y desde el día que pronunció aquella proverbial frase no he sabido más de ella y no he hecho más que pensar en su significado fatal.

martes, 3 de abril de 2012


3 KILOS DE CENIZAS Y 21 GRAMOS DE ALMA


Capítulo 4

Al despertar hoy pude ver parte de mi estómago, aquella que voló por los aires ayer, a unos  2 metros, atravesada por una estrella de mar: una puñalada surrealista.  Posiblemente de este lado de la playa nos desmembremos para luego reconstruirnos. Me busco en la otra orilla, pero no me encuentro. Tanta claridad enceguece mis pensamientos, y decido limitarme a disfrutar de este nuevo día, sin que mi pasado se convierta en un obstáculo.

Los bañistas han llegado de nuevo. Junto a mí han decidido clavar una de sus coloridas sombrillas; en ese mismo instante, y para mi asombro, escucho un grito de desesperación: NOOOO!!!! Pero ya es tarde. Ahora pisotean su herida para darle más firmeza a la arena. Al parecer no me encuentro solo. Trato de entablar una conversación con palabras de aliento; pero no me responde. Después de unos segundos,  escucho un quejido agudo, más bien un llanto de mujer: Teresa había sido madre de 6 hijos y abuela de 7. Su lugar preferido, según me aclaró, es esta  playa  de  Morrocoy (Ahora tenía una idea del lugar donde me hallaba, aunque  de todas formas me sintiese perdido). Han puesto una silla verde reclinable delante de mí, borrándome la visión de mi otra playa, y al hacerlo, sus patas de aluminio  me han fracturado las piernas. No me ha dolido, pero lloro; lloro como Teresa. Una sorda realidad comienza a  apoderarse de este trágico paisaje, en el que nos van mutilando sin compasión.