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domingo, 15 de abril de 2012


3 KILOS DE CENIZAS Y 21 GRAMOS DE ALMA

Capítulo 6

Me aburro. Me observo en la playa de enfrente. Mi agilidad me sorprende. Trato de copiarme, pero mis piernas fracturadas no me responden. Hoy no ha venido nadie. La playa es un desierto. Me aburro. Probablemente es un día de semana. Sólo el viento, que multiplica su voz entre las palmas de los cocoteros, hace gala de su presencia funesta.  Parece un día de luto, de muerte. Una lluvia gris sopla la brisa; y sus gotas ahumadas me visten. Mi sed se acrecienta, y siento un peso mortal.

Descubro unos pies, una oreja, y un ojo. Una especie de cíclope me aplasta, aunque puedo asegurar que no pesa más de dos kilos. El viento suaviza esta sensación de asfixia inexplicable. El ojo me ve. Grito. Y el ojo se asombra. Los pies me patean hasta confundirse con los míos. Y ya no me reconozco.

Esta vez mi conciencia tiene dos voces. Una la recuerdo, la otra es nueva. Mi sed se ha duplicado. Y mis ojos pestañean a destiempo.  Discuto con mi otra voz  quien insiste en que le devuelva sus piernas, mientras le grito en su única oreja  que remueva sus grotescos pies.

Nos vemos en la playa de enfrente y su recuerdo me entristece.

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